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西班牙语:西班牙语阅读《一千零一夜》连载三 f

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2012-05-15 08:10

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西语阅读:《一千零一夜》连载三 f

PERO CUANDO LLEGÓ LA SÉPTIMA NOCHE

 

Ella dijo:

He llegado a saber, ¡oh rey afor­tunado! que cuando los peces empe­zaron a hablar, la joven volcó la sartén con la varita, y salió por donde había entrado, cerrándose la pared de nuevo. Entonces el visir se levantó y dijo: “Es esta una casa que verdaderamente no podría ocul­tar al rey.” Después marchó en busca del rey y le refirió lo que había pasado en su presencia. Y el rey, dijo: “Tengo que ver eso con mis propios ojos.” Y mandó llamar al pescador y le ordenó que vol­viera con cuatro peces iguales a los primeros, para lo cual le dio tres días de plazo. Pero el pescador marchó en seguida al lago, y trajo inmediatamente los cuatro peces. Entonces el rey dispuso que le die­ron cuatrocientos dinares, y volvién­dose hacia el visir, le dijo: “Prepara tú mismo delante de mí esos pes­cados.” Y él visir contestó: “Escucho y obedezco.” Y entonces mandó llevar la sartén delante del rey, y se puso a freír los peces, después de haberlos limpiado bien, y en cuánto estuvieron fritos por un lado, las volvió del otro. Y de pronto se abrió la pared de la cocina y salió un negro semejante a un búfalo entre los búfalos, o a un gigante de la tribu de Had, y llevaba en la mano una rama verde, y dijo con voz clara y terrible: “¡Oh peces! ¡oh peces ¿Seguís sosteniendo vues­tra antigua promesa?” Y los peces levantaron la cabeza desde el fondo de la sartén, y dijeron “Cierto que sí, cierto que sí.” Y declamaron a coro estos versos:

 

¡Si tú vuelves hacia atrás, nosotros volveremos! ¡Si tú cumples tu pro­mesa, nosotros cumpliremos la nuestra! ¡Pero si te resistes, gritaremos tanto que acabarás por ceder!

 

Después el negro se acercó a la sartén, la volcó con la rama, y los peces se abrasaron, convirtiéndose en carbón. El negro se fue entonces por el mismo sitio por donde había entrado. Y cuando hubo desapareci­do de la vista de todos, dijo el rey: “Es este un asunto sobre el cual, verdaderamente, no podríamos guar­dar silencio. Ademas, no hay duda que estos peces deben tener una historia muy extraña.” Y entonces mandó llamar al pescador, y cuando se presentó el pescador, le dijo: ¿De dónde proceden estos peces?” El pescador contestó: “De un estan­que situado entre cuatro colinas, detrás de la montaña que domina tu ciudad.” Y el rey, volviéndose hacia el pescador, le dijo: “¿Cuán­tos días se tarda en llevar a ese sitio?” Y dijo el pescador: “¡Oh sultán, señor nuestro! Basta con media hora.” El sultán quedó sor­prendidísimo, y mandó a sus solda­dos que marchasen inmediatamente con el pescador. Y el pescador iba muy contrariado, maldiciendo en secreto al efrit. Y el rey y todos partieron y. subieron a una montaña, y bajaron hasta una vasta llanura que en su vida habían visto ante­riormente. Y el sultán y los soldados se asombraron de esta extensión desierta, situada entre cuatro monta­ñas, y de aquel estanque en que jugaban peces, de cuatro colores rojos, blancos, azules y amarillos. Y el rey se detuvo y preguntó a los soldados y a cuantos estaban pre­sentes: “¿Hay alguno de vosotros que haya visto anteriormente ese lago en este lugar?” Y todos respon­dieron: “¡Oh, no!” Y el rey dijo: “¡Por Alah! No volveré jamás a mi capital ni me sentaré en el trono de mi reino sin averiguar la verdad sobre este lago y los peces que encierra.” Y mandó a los soldados que cercaran las montañas, y los soldados así lo hicieron. Entonces el rey llamó a su visir. Porque este visir era hombre sabio, elocuente, versado en todas las ciencias. Cuan­do se presentó entre las manos del rey, éste le dijo: “Tengo intención de hacer una cosa, y voy a ente­rarte de ella. Deseo aislarme com­pletamente esta noche y marchar yo solo a descubrir el misterio de este lago y sus peces. Por consi­guiente, te quedarás a la puerta de mi tienda, y dirás á los emires, visires y chambelanes: “El sultán está indispuesto y me ha mandado que no deje pasar a nadie. Y a ninguno revelarás mi intención.” De este modo el visir no podía desobedecer. Entonces el rey se dis­frazó, y ciñéndose su espada, se escabulló de entre su gente sin que nadie lo viese. Y estuvo andando toda la noche sin detenerse hasta la mañana, en que el calor, demasiado excesivo, le obligó a descansar. Des­pués anduvo durante todo el resto del día y durante la segunda noche hasta la mañana siguiente. Y he aquí que vio a lo lejos una cosa negra, y se alegró de ello y dijo: “Es probable que encuentre allí a alguien que me contará la historia del lago y sus peces.” Y al acercarse a esta cosa negra vio que aquello era un palacio enteramente construido con piedras negras, reforzado con gran­des chapas de hierro, y que una de las hojas de la puerta estaba abierta y la otra cerrada. Entonces se ale­gro mucho, y parándose ante la puerta, llamó suavemente; pero como no le contestasen, llamó por segunda vez y por tercera vez. Des­pués, y como seguían sin contestar, llamó una cuarta vez, pero con gran violencia, y nadie contestó tampoco. Entonces se dijo: “No hay duda; este palacio está desierto.” Y en seguida, tomando ánimos, penetró por la puerta del palacio y llegó a un pasillo, y allí dijo en alta voz: ¡Ah del palacio! Soy un extranjero, un caminante que pide provisiones para continuar su viaje.” Después reiteró su demanda por segunda y tercera vez, y como no le contesta­sen, afirmó su corazón y fortificó su alma, y siguió por aquel corredor hasta el centro del palacio. Y no encontró a nadie. Pero vio que todo el palacio estaba suntuosamente revestido de tapices y que en el­ centro de un patio interior había un estanque Coronado por cuatro leones de oro rojo, de cuyas fauces brotaba un chorro de agua que semejaba de perlas y pedrería. En torno veíanse numerosos pájaros, pero no podían volar fuera del palacio, por impedírselo una gran red tendida por encima de todo. Y el rey se maravilló al ver aquellas cosas, aunque afligiéndose por no encontrar a alguien que le pudiese revelar el enigma del lago, de los peces, de las montañas, y del pala­cio. Después se sentó entre dos puertas, y meditó profundamente. Pero de pronto oyó una queja muy débil que parecía brotar de un corazón dolorido, y oyó una voz dulce que cantaba quedamente estos versos:

 

¡Mis sufrimientos ¡ay! no he podi­do ocultarlos, y mi mal de amores fue revelado!... ¡Y ahora el sueño se aparta de mis ojos para conver­tirse en insomnio constante!

¡Oh amor! ¡Viniste al oír mi voz, pero cuánta tortura dejaste en mis pensamientos!

¡Ten piedad de mí! ¡Déjame gustar del reposo! ¡Y sobre todo, no vayas a visitar a Aquella que es toda mi alma, para hacerla padecer! ¡Porque Ella es mi consuelo en las penas y peligros!

 

Cuando el rey oyó estas quejas amargas se levantó y se dirigió hacia el lugar de donde procedían. Llegó hasta una puerta cubierta por un tapiz. Levantó el tapiz, y en un gran salón vio un joven que estaba reclinado en un gran lecho. Este joven era muy hermoso, su frente parecía una flor, sus mejillas igual que la rosa, y en medio de una de ellas tenía un lunar como un gota de ámbar negro. Ya lo dijo el poeta:

 

¡El joven es esbelto y gentil! ¡Sus cabellos de tinieblas son tan negros que forman la noche! ¡Su frente es tan blanca que ilumina la noche! ¡Nunca los ojos de los hombres pre­senciaron una fiesta como el espec­táculo de sus gracias!

¡Le conocerás entre todos los jóve­nes por el lunar que tiene en la rosa de su mejilla, precisamente debajo de uno de sus ojos!

 

Al verle, el rey, muy complacido, le dijo: “¡La paz sea contigo!” Y el joven siguió echado en la cama, vistiendo un traje de seda bordado de oro. Con un acento de tristeza que parecía extenderse por toda su persona, devolvió el saludo al rey y dijo: “¡Oh señor! ¡Perdona que no me pueda levantar!” Pero el rey contestó: “¡Oh joven! Entérame de la historia de ese lago y de sus peces de colores, así como del mis­terio de este palacio y de la cansa de tu soledad y de tus lágrimas,” Al oírlo, el joven derramó nuevas lágrimas, que corrían a lo largo de sus mejillas, y el rey se asombró y le dijo: “¡Oh joven! ¿Qué es lo que te hace llorar?” Y el joven res­pondió: “¿Cómo no he de llorar, si me veo en este estado?” Y el joven, alargando las manos hacia el borde de su túnica, la levantó. Y entonces el rey vio que toda la mitad inferior del joven era de mármol, y la otra mitad, desde el ombligo hasta el cabello de la cabeza, era de un hombre. Y el joven dijo al rey: “Sabe, ¡oh señor! que la histo­ria de los peces es una cosa tan extraordínaria, que si se escribiera con una aguja en el ángulo interior del ojo, a fin de que todo el mundo la viera, sería una gran lección para el observador cuidadoso:”

Y el joven contó la historia que sigue:

 

  HISTORIA DEL JOVEN ENCANTADO Y DE LOS PECES


 

“Sabe, ¡oh señor! que mi padre era rey de esta ciudad. Se llamaba Mahmud, y era rey de las Islas Negras y de estas cuatro montañas. Mi padre reinó sesenta años, y después se extinguió en la miseri­cordia del Retribuidor. Después de su muerte, fui yo sultán y me casé con la hija de mi tío. Me quería con amor tan poderoso, que si por casualidad tenía que separarme de ella, no comía ni bebía hasta mi regreso. Y así siguió bajo mi protec­ción durante cinco años, hasta que fue un día al hammam, después de haber mandado al cocinero que preparase los manjares para nuestra cena. Entré en el palacio, y reclinán­dome en el lugar de costumbre, mandé a dos esclavas que me hicie­ran aire con los abanicos. Una se puso a mi cabeza y otra a mis pies. Pero pensando en la ausencia de mi esposa, se apoderó de mí el insomnio, y no pude conciliar el sue­ño, porque ¡si mis ojos se cerraban, mi alma permanecía en vela! Oí entonces a la esclava que estaba detrás de mi cabeza hablar de este modo a la que estaba a mis, pies: “¡Oh Masauda! ¡Qué desventurada juventud la de nuestro dueño! ¡Qué tristeza para él tener una esposa como nuestra ama, tan pérfida y tan criminal!” Y la otra respondió: “¡Maldiga Alah a las mujeres adúl­teras! Porque esa infame nunca podrá tener un hombre mejor que nuestro dueño, y sin embargo le es infiel.” Y la primera esclava dijo: “Nuestro dueño debe de ser muy impasible cuando no hace caso de las acciones de esa mujer.” Y repuso la otra: “¿Pero qué dices? ¿Puede sospechar siquiera nuestro amo lo que hace ella? ¿Crees que la dejaría en libertad de obrar así? Has de saber que esa pérfida pone siempre algo en la copa en que bebe nuestro amo todas las noches antes de aco­tarse. Le echa banj y le hace dormir con eso. En tal estado, no puede saber lo que ocurre, ni adonde va ella, ni lo que hace. Entonces, des­pués de darle de beber el banj, se vis­te y se va, dejándole solo, y no vuelve hasta el amanecer. Cuando regresa, le quema una cosa debajo de la nariz para que la huela, y así despierta nuestro amo de su sueño.”

En el momento que oí, ¡oh señor! lo que decían las esclavas, se cambió en tinieblas la luz de mis ojo. Y deseaba ardientemente que viniera la noche para encontrarme de nuevo con la hija de mi tío. Por fin volvió del hammam. Y entonces se puso la mesa, y estuvimos comien­do durante una hora, dándonos, mutuamente de beber, como de cos­tumbre. Después pedí el vino que solía beber todas las noches antes de acostarme, y ella me acercó la copa. Pero yo me guardé muy bien de beber, y fingí que la llevaba á los labios, como de costumbre, pero la derramé rápidamente por la abertura de mi túnica, y en la misma hora y en el mismo instante me eché en la cama, haciéndome el dormido. Y ella dijo entonces: “¡Duerme! ¡Y así no te despiertes nunca más! ¡Por A!ah, te detesto! Y detesto hasta tu imagen, y mi alma está harta de tu trato.” Des­pues se levantó, se puso su mejor vestido, se perfumó, se ciñó una espada, y abriendo la puerta del palacio se marchó. En seguida me levanté yo también, y la fui siguien­do hasta que hubo salido del pala­cio. Y atravesó todos los zoco, y llegó por fin hasta las puertas de la ciudad, que estaban cerradas. Entonces habló a las puertas en un lenguaje que no entendí, y los cerro­jos cayeron y las puertas se abrieron, y ella salió. Y yo eché a andar detrás de ella, sin que lo notase, hasta que llegó a unas colinas for­madas por los amontonamientos de escombros, y a una torre coronada por una cúpula y construida de ladrillos. Ella entró por la puerta, y yo me subí a lo alto de la cúpula, donde había una terraza y desde allí me puse a vigilarla, Y he aquí que ella entró en la habitación de un negro muy negro. Este negro era horrible, tenía el labio superior como la tapadera de una marmita, y el inferior como la marmita mis­rna, ambos tan colgantes, que podían escoger lo guijarros entre la arena. Estaba podrido de enfermedades y tendido sobre un montón de cañas de azúcar. Al verle, la hija de mi tío besó la tierra entre sus manos, y él levantó la cabeza hacia ella y le dijo: “¡Desdichada de ti! ¿Cómo has tardado tanto? He convidado a los negros, que se han bebido el vino. Y yo no he querido beber por causa tuya.” Ella contestó: “¡Oh dueño mío, querido de mi corazón!­¿no sabes que estoy casada con el hijo de mi tío, que detesto hasta su imagen y que me horroriza estar con él? Si no fuese por el temor de hacerte daño, hace tiempo que habría derruido toda la ciudad, en la que sólo se oiría la voz de la corneja y el mochuelo, y además habría transportado las ruinas al otro lado del Cáucaso.” Y contestó el negro: “¡Mientes infame! Juró por el honor y por las cualidades de los negros, “y por nuestra infinita superioridad sobre los. blancos, que como vuelvas a retrasarte otra vez, a partir de este día, repudiaré tu tra­to. ¡Oh pérfida traidora! ¡Qué ba­sural ¡Eres la más despreciable de las mujeres blancas!”

Así narraba el príncipe dirigién­dose al rey. Y prosiguió de este modo

“Cuando oí toda aquella conver­sación y lo vi todo con mis propios ojos, el mundo se convirtió en tinie­blas para mí y no supe ni dónde esta­ba. En seguida la hila de mi tío rom­pio a llorar y a lamentarse humilde­mente entre las manos del negro, y le decía: “¡Oh amante mío, orgu­llo de mi corazón! ¡No tengo a nadie más que ti! ¡Si me despi­dieses me moriría! ¡Oh amor mío! ¡Luz de mis ojos!” Y no cesó en su llanto ni en sus súplicas hasta que la hubo perdonado. Y dijo después: “Amo mío, ¿tienes con qué alimentar a tu esclava?” Y contestó el negro: “Levanta la tapadera de la cacerola, allí encontrarás un guisado de huesos de ratones, que ha de satisfacerte. En ese jarro que ves ahí hay buza y la puedes beber.” Y ella comió y be­bió y fue a lavarse las manos. Des­pues se acostó sobre el montón de cañas, y se acurrucó contra el negro, cubriéndose con unos harapos in­fectos.

Al ver todas estas cosas que hacía la hija de mi tío, no pude conte­nerme más, y bajando de la cúpula y precipitándome en la habitación, cogí la espada que llevaba la hija de mi tío, resuelto a matar a ambos. Y comencé por herir primeramente al negro, dándole un tajo en el cuello, y creí que había perecido.”

En este momento de su narración, Schahrazada vio aproximarse la ma­ñana, y se calló discretamente. Y cuando lució la mañana, Schahriar entró en la sala de justicia, y el diván estuvo lleno hasta el fin del día. Después el rey volvió a palacio, y Doniazada dijo a su hermana: “Te ruego que prosigas tu relato.” Y ella respondió: “De todo corazón, y como homenaje debido.”

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西班牙语没有英语这么复杂的发音规则。他几乎每一个字母都只有一个特定的音,我举个例子,a这个字母无论何时都发“阿”这个音,e发“唉”(口型小点,跟英语里的e差不多)。西班牙语只有一个音是比较难发的,那就是r这个字母,他发的是大舌颤音,其实,西班牙语最难得不是他的发音,而是他的语法和动词变位。你一学就知道了,背的东西太多。还有,他的语速不是一般的快,你要做好心理准备,和英语不是一个数量级的!!我建议你最好提前买一本西班牙语看看,因为它比英语难学的多的多 。

1. 西班牙语属于拉丁语系,比英语要科学,是不要音标的拼音文字,掌握发音规则后就能够”见词发音”。短短的入门,学的好,就可以地道流利地读出所有的西班牙文章,这是第一关!西班牙谚语中把最难做的事情比做”学汉语”,可见有中文水平的人学西班牙不是成了最容易的事了?

2. 西班牙语的小舌音,卷舌连续抖动的r、rr是中国人的难点,窍门有三。一、发音前多加上“德拉”;二、利用漱口的时候,多延时5分钟——“嘟鲁鲁”;三、坚持2-4周利用上下班和无人的时候,练习卷舌,以上三点定会让你有“西班牙”味!还有些音是要声带镇动的,要注意!

3. 掌握西班牙语动词的变位也是个要死记硬背,熟能生巧的活!他的变化是为了口语交流中大量的省略主语,口语的方便带来的动词变位头痛是每一个有志学好西班牙语的人要克服的难关。有人说:“流利地读,熟练变位”掌握好了,西班牙语就学会了一半啊!初学者就没有白学!你也知道了重点在哪里了,可以集中精力去攻哪一块了。

4. 有点英语基础的人,会发现西班牙语单词在多数主要单词词干上非常接近,这样大家学习起来又省了些劲!

5. 学习任何外国语,要以模仿开口为优先,背会一句就应用一句,这样就算掌握了。不要,先纠语法一堆,就是不敢开口!讲错了,因为你是外国人,别人的背景比你大,所以人家仍然能听懂你,就象外国人讲汉语,即使很不准,你也能听懂,搞明白,会原谅他的不标准的。胆子大是第一啊,有人说过,你学外语多数都不是为了当电台标准播音员吧,何况,即使母语能挑上当播音员的又有几个?降低标准,抓住重点,能绕开你学语言的误区!

2012年02月22日 《西班牙语:西班牙语阅读《一千零一夜》连载三 f》来源于西班牙留学https://xibanya.liuxuequn.com

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